Niko golpeó con dos dedos la superficie de su brújula electrónica. El dial giraba en todas direcciones presa de un repentino ataque de pánico, causado sin duda, por algún daño recibido durante el combate en curso. ¡Puto aparato!
Sin dejarse llevar por el pánico, comenzó a evaluar su situación mientras contemplaba el cadáver que había a sus pies. El cuerpo, embutido en un traje de combate con capacidades NBQ, presentaba tres impactos de bala en el pecho, a través de los cuales hacía ya rato que no salía sangre. Incapaz de ver el rojo con sus modernas gafas de visión nocturna, el cuerpo de su compañero aparentaba yacer sobre un pastoso agujero negro que se había tragado su esencia vital. Mejor tú que yo, ¿no?
El trabajo para el que le habían contratado aparentaba ser un dulce, algo simple, rápido y bien pagado. Mínimo esfuerzo, máximo beneficio. Un civil, dueño de una empresa farmacéutica de New Japan y con el dinero por castigo, había requerido los servicios de un equipo de técnicos en recuperación para rescatar de la residencia de sus antepasados, sita en Old Japan, al otro lado del sarcófago, unos cuantos libros de cuentas y algunas reliquias familiares. Tras comprobar que la petición era legítima y que todos los permisos respecto a la propiedad de los bienes susceptibles de ser rescatados estaban en orden, aceptó el trabajo sin dudarlo.
La residencia, una mansión con vistas a la costa occidental, parecía haber salido intacta del terremoto y posterior tsunami, y los niveles de radiación de la zona debían de ser extremadamente bajos. La construcción contaba con las medidas estándar de seguridad, todas ellas inactivas, sin duda, tras más de 4 décadas de corte de suministro eléctrico, y no había constancia de que la familia hubiera contratado en ningún momento los servicios de robots de seguridad. La presencia de aborígenes, tal y como llamaba él a los humanos que habían sido abandonados en el interior de la zona (que habían acabado fundando sus propias sociedades), mutantes y otro tipo de aberraciones, era poco probable, aunque difícil de precisar.
En todo caso, no suponía un problema. El nivel de amenaza del trabajo era de 1, el más bajo en la escala: entrar y salir rápido, sin sorpresas. Lo mejor era un equipo pequeño de recuperadores, dos tipos, a lo sumo, con armas personales y el equipo justo. Tendrían que viajar a pie y ligeros de equipaje si querían hacerlo sin llamar la atención y en el menor espacio de tiempo. Nada de armaduras, nada de armas pesadas ni de vehículos blindados y ruidosos, no. Un traje de combate NBQ, un subfusil, tres cargadores y raciones para tres días, eso sería todo. Y ahora, parapetado tras aquella columna, en la más absoluta oscuridad del jardín de la familia Wo, contemplaba el cadáver de su compañero mientras maldecía su falta de previsión y la mierda de información que le había sido proporcionada por su cliente. ¡Putas sorpresas!
Una vez dentro de Old Japan todo había ido como la seda. El viaje en lancha desde el límite del sarcófago hasta la costa, la caminata de varias horas hasta divisar la mansión, e incluso la aproximación a la misma, se habían desarrollado sin el menor tipo de contratiempo. No se habían topado con ninguna amenaza, más allá de alguna manada de perros salvajes que habían conseguido evitar sin problemas. Aquellas bestias, descendientes de las mascotas que quedaron encerradas en la oscuridad, se habían convertido en auténticas máquinas de matar. El hambre y la radiación las había vuelto más grandes y poderosas, y una especie de inteligencia grupal se desprendía de todas las acciones que llevaban a cabo. Puede que un único espécimen no fuera enemigo para un recuperador, pero un grupo abultado era toda una amenaza letal.
Finalmente, pasadas tan solo 18 horas desde la inserción, habían llegado al perímetro de la mansión y allí había dado comienzo la pesadilla. Tras comprobar que la alarma y los sensores de movimiento se hallaban desactivados, procedieron a forzar la puerta sin escándalo alguno, pues no querían llamar la atención de cualquier posible habitante ocasional. Entrada de manual, sin ruido, sin señales aparentes y sin delatar la posición. Apenas se habían internado unos metros en la propiedad cuando comenzó el fuego de armas automáticas. En concreto, dos robots de seguridad Modelo-01 lanzaron una mortífera lluvia de proyectiles de 7,62 milímetros sobre los desprevenidos técnicos. Él consiguió parapetarse rápidamente tras una columna derribada, pero su compañero había resultado herido de muerte de forma casi instantánea.
Aquella mierda, que posiblemente fuera a acabar con su vida, no aparecía en ningún papel ni documento. La munición se acababa y no sabía por cuanto tiempo iba a poder mantener a raya a aquellas dos máquinas de matar. El susto iba a salirle jodidamente caro a su cliente, pues pensaba cobrar a precio de oro cada gota de sangre derramada. ¡Putos clientes!
De Fukushima Blues.
4 Comments
Perdonad la ignorancia, pero qué es Fukushima Blues?
De momento es un Cliffhanger, y va cogiendo una bonita densidad :P
Alberto es jrande, jrande XDDDDD
Jose
Doy fe de ello. Fukushima Blues es un homenaje a 1997: Rescate en NY, pero sin saberlo XD XD
Publicar un comentario