Katsuo Sho se afanaba en recoger todos los pertrechos que aquel maldito terremoto había tenido a bien desperdigar por la pequeña habitación. A pesar de que el edificio seguía en pie y sin muestras de haber sufrido el menor daño estructural, un sudor frío y pegajoso recorría su espalda.
Jamás, en sus 38 años de vida, había presenciado algo similar. No era que los movimientos sísmicos y los pequeños temblores le fueran extraños, algo inherente a moverse constantemente por la costa de Sendai, pero aquello había sido realmente bestial. ¿Un grado 8, quién sabe?, ¡tal vez más! Iba a tener que cobrar un recargo por el incidente, esperaba que su cliente lo entendiera, los negocios son los negocios. Allí estaba el cerrojo. ¡Puto terremoto…!
Con gesto parsimonioso, recogió la pieza y volvió junto a la ventana en la que llevaba apostado toda la mañana. Un movimiento mecánico, fruto de más de 15 años en el negocio, y el mecanismo en su flamante rifle Barret estaba listo. Tras buscar una postura cómoda, se dispuso a contemplar a su objetivo a través de la potente mira telescópica.
Era un hombre de negocios de mediana edad que, al igual que él mismo hace escasos segundos, estaba concentrado en recoger del suelo todo aquello que había sido derribado por el temblor. Parecía un tipo sencillo aunque el Rolex, valorado en más de un millón de yenes, el traje, de exquisita manufactura ,y el irrefutable hecho de que alguien había pagado una ingente cantidad de dinero por asesinarle, le hacían suponer que no era trigo limpio. Debía de haber faltado al respeto a algún pez gordo y eso, en Japón, solo tenía un precio.
Sirenas. Lenta pero inexorablemente empezaron a sonar por toda la ciudad. No eran los débiles y respetuosos dispositivos utilizados por la policía o los servicios médicos. No, éstas sonaban fuertes y agoreras. No, no presagiaban nada bueno con su funesto tañido.
Sus instrucciones eran claras. El objetivo debía ser ejecutado en presencia de su mujer e hijo, como advertencia para segundas personas a las que él no conocía, y para ello debía esperar a la hora de la comida, único momento de reunión familiar en toda la jornada. El ruido mecánico y ensordecedor puso, si cabe, todavía más tenso al objetivo. Sin duda aquel hombre, preso del pánico, iba a abandonar la habitación, echando a perder una inmejorable oportunidad de morir. No tenía opción.
Un rápido ajuste en la dirección y su dedo apretó ceremoniosamente el disparador del arma. El proyectil, una pieza artesanal fabricada a mano y con una letalidad innegable, recorrió en décimas de segundo la distancia entre la boca del cañón y su objetivo, entrando por la espalda de éste y destrozando su pecho a la salida. La sangre y las vísceras, proyectadas contra la pared del desordenado comedor, supusieron la confirmación que necesitaba el asesino para saber que había cumplido la misión encomendada. Sin demora, comenzó a desmontar el arma y guardar todo resto de su presencia en la bolsa de lona de la que disponía a tal fin. Algo no iba bien, el tiempo aparentaba haberse detenido.
Si bien era cierto que el cielo era rasgado una y otra vez por las atronadoras sirenas, entre las que se podían distinguir los gritos de la gente y el entrechocar de automóviles accidentados, una rara quietud que no podía augurar nada bueno envolvía de forma insistente y ponzoñosa el habiente. Algo grave, tal vez peor que el maldito temblor que lo había complicado todo, estaba por suceder. Entonces escuchó el rumor...
Con la pesada bolsa todavía en la mano, giro el cuerpo para comprobar a través del inmenso ventanal con vistas al mar que tenía a su espalda, la gigantesca ola que se le venía encima de manera inexorable. En apenas un segundo, sin darle siquiera tiempo para sorprenderse, el muro de agua salada arrasó el edificio. Katsuo se acaba de convertir en una más de las miles de víctimas causadas por el tsumani resultante del mayor temblor que jamás hubiera golpeado Japón.
De Fukushima Blues.
4 Comments
He tenido el honor de ser testigo del nacimiento de esta criatura y demuestra dos cosas: el sobrado talento de Alberto, que parece tener un cohete en el trasero, que no para; y la enorme capacidad de Cliffhanger para sacar ideas en tiempo real del entorno y convertirlas en propuestas de juego. Fukushima Blues será otro de los que den mucho que hablar.
Hay fechas aproximadas para el cliffhanger de Roma?
Saludos!
No, Miss ;)
Si las hubiera seríamos los primeros en publicarlas por aquí a bombo y platillo. Lamentamos el retraso y asumimos las críticas por ello. Pero tranqui, que salir, sale. De eso no cabe duda.
Y he visto a los autores con bates de beisball en las puertas de la editorial para meter presión... así que no creo que tarden demasiado, sino...
Publicar un comentario