Arrecia la lluvia. Suena otra sirena aún más lejana. Hemos dejado el campamento a las 08:21 y avanzamos silenciosos por una jungla que desconozco y con un objetivo que no recuerdo. Vietnam es una tenue secuencia de sombras y reflejos que se suceden en la pantalla de un viejo televisor de blanco y negro; que se entremezclan en mi niñez con las escenas de los estudiantes corriendo por los campus universitarios mientras la policía disuelve las manifestaciones, o que levantan sus pancartas reclamando al presidente que cumpla su palabra. Nixon anuncia que los bombardeos se intensificarán hasta que logremos un acuerdo honroso. Mi padre me regala su colección de sellos, encomendándome la tarea de que la continúe y se la pase a mis hijos. Él me ayudará hasta que pueda hacerlo solo, dice, porque las colecciones hacen que la gente se vuelva metódica y disciplinada, y la perseverancia se forja en el método y la disciplina... es el rasgo que distingue a los triunfadores, hijo, no lo olvides jamás; y me lo dice señalando, con mano levantada y dedo firme, el retrato de JFK que bendice nuestras comidas y cenas, colmando de sentido nuestra sencilla vida familiar. Nixon ejecuta una de sus muecas siniestras mientras sostengo entre mis pequeños brazos los dos gruesos álbumes que encierran las líneas maestras de mi futuro.

[…] La lluvia golpea los cristales y me empapo por dentro. Vietnam, sus verdes junglas y sus peligros no se nos mostraron en toda su complejidad hasta tiempo después, cuando nos explicaron que la democracia y la libertad son baluartes que deben ser defendidos a toda costa, caiga quien caiga, le pese a quien le pese; pero sigo oliendo a napalm, y el aroma intenso del pequeño país asiático se encuentra anclado en algún lugar recóndito de mi memoria, permitiendo que la columna de hombres se despliegue entre sus sombras pardas y esmeralda. ¿Qué expectativas albergas? Ninguna, a decir verdad no sabía ni por qué lo había hecho (dejo escapar una risa bastante idiota). ¿Tienes algún tipo de afición? Sí, colecciono sellos y me gustan las carreras de bólidos, está en el formulario (estoy nervioso, me sudan las manos). ¿Tienes o has tenido contacto con activistas, comunistas o izquierdistas? Ya había contestado a eso: no que yo supiera, estaba limpio. El individuo bien trajeado que tengo delante me mira de arriba a abajo, calibrando mi aptitud como candidato, para anunciarme, al terminar de hacerlo, que ya contactarán conmigo. ¿Has pensado alguna vez en que tus recuerdos pueden no ser tuyos? Eso es una estupidez. ¿Recuerdas a tu madre agonizando? Mi padre había muerto un año antes y ella no se repuso. Sí la recuerdo. ¿Los has tenido siempre del mismo color? Un crío ha perdido su pelota y él se levanta para recogerla cuando Vietnam me atraviesa el pecho, el cielo se vuelve escarlata y caigo al suelo con el pulmón afectado y el hombro destrozado. Siento el dolor que se extiende como una ola de calor que alcanza a llegar a lugares que ni imagino, y cómo un brazo me coge por el chaleco y me retira apresuradamente, arrastrándome por el barro. Llevo la boca abierta, los ojos cerrados, me he orinado encima y el intenso calor se va volviendo inmenso frío. Tranquilo, le sacaremos de aquí. Pierdo el sentido.

De El Peregrino.

Excelsius

Publicado el

jueves, 9 de agosto de 2012

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