¿Os parece que no son horas? ¿Cuándo lo son...?

Es relativamente tarde para andar compartiendo cosas si hacemos caso a los manuales de marketing. El impacto de esta entrada será sensiblemente menor que si la hubiéramos publicado, por ejemplo, en los instantes... bueno, en esos instantes que sabemos de sobra que son tremendamente eficaces en cuanto a «conectividad» se refiere. Pero no estamos aquí, al menos esta noche, para romper estadísticas o colgarnos algún que otro merecido galón, sino para echar el rato con vosotros, y qué mejor que unas líneas de ese Mutantes que está cogiendo un puntito la mar de guapo, para irnos a la cama con un buen sabor de boca.

«Viacheslav Pomorin era capitán de Inteligencia del Ejército Ruso y estaba ya medio borracho. Por lo menos, eso pensó cuando vio la botella de vodka medio vacía. Se suponía que cuando se la acabara entera, estaría borracho del todo. A lo lejos, en algún punto de la noche la artillería pesada rusa, ¡top! ¡top! ¡top!, intentaba abrir paso a su infantería mecanizada hasta Grozny.

Agitó en su mano, para ponerla bajo la luz de la lámpara, la hoja en la que el sargento Kolokolnik narraba el hallazgo de uno de los mejores tiradores de su batallón, el cabo Valery Tarpanov, degollado una noche en su foso de tirador, tras un tiroteo esporádico durante una tregua entre las fuerzas federales y los guerrilleros chechenos. Al parecer el cabo había abatido a cinco enemigos antes de morir él mismo.

Había una pila de varios centímetros de informes similares sobre la mesa del capitán Pomorin, pero ese en particular le había obligado a abrir la botella y a releerlo una y otra vez durante toda la noche. Porque ese informe apestaba a fracaso y a derrota.

Pomorin había conocido al padre de Valery Tarpanov en Afganistán, habían servido juntos en un batallón acorazado contra los muyahidín y el capitán Tarpanov (Viacheslav era entonces un simple alférez novato) le había salvado, con riesgo de su vida y de la de su tripulación, de caer prisionero de los afganos y sabe Dios de qué horrible destino. Cuando Valery fue asignado a la brigada de Pomorin, hacía un año, éste se prometió a sí mismo que cuidaría del hijo del capitán Tarpanov (que no había sobrevivido a la guerra) hasta sacarlo vivo del avispero. Pero había fallado. A sí mismo, al difunto capitán de carros soviético al que le debía la vida y a la mismísima Rusia que se jugaba bastante más que el mísero territorio de Chechenia en aquella guerra.

Las nieblas translúcidas del alcohol dejaron brillar un punto de luz. El capitán Pomorin no sabía si era una luciérnaga, la bombilla de su lámpara, un disparo de la artillería o su imaginación. Por fin decidió que era una idea, cosa no rara en un oficial de Inteligencia, se dijo con ironía.

Volvió a leer el informe del sargento Kolokolnik y notó que algo le llamaba la atención aunque no sabía muy bien qué. Se reclinó sobre su silla y cerró los ojos. Respiró profundamente y, de pronto, pensó que el relato de la muerte del cabo Tarpanov le recordaba, no adivinaba muy bien cómo, algo que hacía un mes le había comentado su amigo, el capitán Kurka del FSB, durante una cena en el restaurante Le Chalet de Moscú.

Resopló y pensó que si no hubiera bebido tanto no tendría tantos problemas para recordar aquella conversación... algo de trabajo... un asunto muy sucio que llevaba Kurka junto a los americanos contra las mafias en Asia Central, con robo de armas nucleares, oficiales corruptos y algo más... algo más ¿qué más había en aquella mierda que le contó Kurka entre tragos de vino blanco...?

Era tarde, pero Pomorin sentía erizarse los cabellos de su nuca cuando cogió el teléfono vía satélite: tenía algo. No sabía qué, pero tenía algo que relacionaba al hijo de aquel capitán que le salvó la vida en Afganistán y a su amigo Kurka. Quizás la muerte de Valery Tarpanov no fuera en vano. Miró la mano que sujetaba el informe y escuchó sonar el teléfono y, mientras tanto, ignoraba que lo que tenía era un buen pedazo de la Historia moderna de Rusia.»

Nos leemos, pero será mañana.

Un futuro mutante y rojo

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martes, 19 de noviembre de 2013

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