Sírvanse Vuesas Mercedes recoger sus aperos y armas, tomar la comunión o acaso encomendarse al diablo, para embarcarse en una aventura que no tiene igual ni parangón pero que habrá de cambiarles las vidas. La barcaza les está esperando meciéndose con mansedumbre sobre las aguas del canal que habremos de atravesar hasta mojar nuestras botas pisando una arena nívea que afearía la palidez de Nuestra Señora si brillara como dicen que brilla cuando la acaricia el sol.
Oled el salitre, sentid la brisa y atemperad vuestra alma mientras nos acercamos a un reino desconocido que afirman esconde infinitos tesoros. Sed prudentes, la espesura y el terreno abrupto que hollarán nuestos pies está lleno de fieras, selva y peligros. Los nativos estarán escrutando nuestro paso desde las profundas oscuridades de la maleza, armados con sus arcos y sus venenos, empero, tened presente que el premio a vuestra gesta será grande como grande será la esplendidez que se os dispensará cuando volvamos.
Dad por seguro que Dios Todopoderoso está de nuestro lado y que esta tierra nos pertenece porque nos la ha brindado virgen un caballero aragonés que atiende al nombre de Abelardo Martínez. Hábil con la pluma y hombre experimentado en hurgar las entrañas de la historia, nos sirve en Veragua la oportunidad de labrar nuestros nombres en dura roca, para que de aquesta manera sean recordados por nuestros nietos y sus linajes así el Infierno nos devore crudos. Recordad también que este recodo del mundo no admite flaquezas ni mansedumbres, que fuísteis entrenados para ser crueles en la victoria y feroces en la derrota, y aún así, generosos; que el Reino de Castilla os mira como os observan desde el horizonte aquellos a los que dejásteis al partir en pos de aquesta aventura; que cuando piséis la playa, esta tierra nueva os arrebatará el sentir y os nublará la mente porque pareceréis dioses entre mortales aunque la parca os acaricie la nuca.
Sea, embarcad en la chalupa de una vez y olvidad lo que fuísteis porque ya en tierra, los recuerdos no os servirán de nada. Y rezad. Rezad, por Dios, rezad, porque las arenas con la luz del amanecer se vuelven poderoso sortilegio difícil de soportar, y los árboles se tornan gigantes y la fronda esmeralda, canto de sirena. Pero el premio es grande, tanto como vuestra avaricia. Y el tesoro existe y os está esperando más allá de los peligros, los nativos y las quimeras. Sed fuertes, Veragua es vuestra.
Publicar un comentario