—Un martillo y su polla sobre la mesa… Eso sí que funciona —saltó el fibroso.
—Vaya —sonrió Tony—, mis amigos no son tan pacientes ni limpios como yo. Vamos Larry, te puedes ahorrar mucho sufrimiento y a mí mucho tiempo. No cobro por horas, ¿sabes?
Nada.
—Bueno, pues tendremos que convencerte de alguna manera —suspiró Tony—. Tengo entendido que los rusos son muy imaginativos con sus métodos de tortura. He leído antes de venir, ¿sabes? He visto las cosas que hacen los tipos como Igor a sus enemigos en tiempos de paz. Seguro que tú también lo sabes, ¿no, Larry? Te diré una cosa. Te vas a ir tranquilamente por esa puerta y yo haré una llamada. Mañana por la mañana toda la ciudad sabrá que te has chivado de los planes de Igor en la ciudad y todo será ver quién te caza primero. Mike te tendrá por chivato, los rusos se querrán cubrir las espaldas y ya sabes de el señor Calabria, padre, me ha encomendado esta tarea. Estás solo y tu cabeza tendrá precio… ¿Y sabes qué es lo mejor? Que todo eso pasará sin que de verdad hayas soltado prenda. —Rió—. ¡Cuánta ironía!
Tony dejó que el miedo fermentara en la mente de Larry. Su mirada recorría porciones de suelo frenéticamente. Un tío tan lamentable como él no podía permitirse tener a toda la ciudad tras sus pies. No tenía recursos ni huevos para valerse por sí mismo.
—¿Y si resulta que sé algo? —preguntó, tembloroso. El miedo había cuajado. Ojalá todos fuesen así de fáciles.
—Pues que nadie te hará daño —dijo Tony.
—¿Prometido?
—Tienes mi palabra.
—Mike quiere ser el Capo. —Larry fue al grano sin más preámbulos—. No es ningún secreto que no se lleva bien con su padre. Se siente relegado, segundón. —«Como tú, pensó Tony, por eso os identificáis el uno con el otro»—. Está trabajando a las espaldas del señor Calabria para quitarle el asiento. Ha reclutado a algunos muchachos, casi todos con sus mismas ideas y nada que perder para cambiar las cosas.
—¿Dónde encajan los rusos?
—Quieren extender sus negocios en la ciudad. Mike les ha prometido que si es Capo les dará ciertas parcelas de libertad para sus actividades y les facilitará la dársena de los muelles, además de un millón de dólares por las molestias de cargarse a papá. Es un trato extraño, pero todos salen ganando.
—¿Quién le puso en contacto con ellos?
—Yo.
Menuda sorpresa. Larry era un pozo de sorpresas.
—Así que los rusos se ofrecen a matar al señor Calabria y así allanar el terreno tanto para el cachorro como para ellos mismos.
—Así es.
Sangre joven. Sangre irreflexiva. Tony comprendía los impulsos de un cachorro como Mike Calabria, pero no llegaba a comprender cómo podía alguien pensar así. Sustituir a un Capo no era tan fácil como matarlo. Luego estaban los demás jefes de las familias y no se quedarían con las manos quietas viendo como un niñato se hacía con el control. Quizá por eso Mike se dejaba en manos de los rusos. Se creería que con ellos estaría a salvo de las iras de las familias. Todo un gilipollas.
—Muy bien, Larry, eso está mucho mejor. —Dejó la pistola con silenciador robre la mesa. Y sacó un papel—. Ahí me vas a apuntar todos los datos de quienes secundan el golpe de Mike y las formas de contacto con los rusos. Platón decía algo así como que el papel y la pluma son la muerte de la memoria, y qué razón tenía. A veces ni me acuerdo de lo que he cenado la noche anterior.
Así lo hizo.
—Bien —asintió Tony, leyendo por encima lo que Larry había garabateado—. ¿Ves como si las cosas se hacen bien nadie tiene que sufrir ni amenazar? Odio cuando nos ponemos de malas. Soy un hombre de concordia, Larry. —Hizo una pausa, ignorando las miradas socarronas de sus dos socios—. Bueno, necesito que me hagas un último favor, Larry. Llama a Mike y dile que los rusos te han pedido un encuentro urgente esta misma noche, a las dos en la entrada de los muelles.
—Pero si es sábado… está cenando con…
—Da igual, si se niega dile que se echarán para atrás si no se reúnen, que es importante — dijo Tony, hurgando en los bolsillos del propio camello en busca de su móvil.
—Joder… —gruñó Larry débilmente. Cogió el teléfono y marcó.
Al principio Mike se resistió, pero cuando Larry le insinuó que los rusos se largarían con la pasta sin hacer el trabajo, lo convenció.
Cuando Larry colgó el teléfono, Tony Valone cogió su Sig Saber a toda velocidad y de un solo tiro le atravesó el cráneo por el ojo. Larry cayó de espaldas con silla y todo y una expresión de sorpresa petrificada en el rostro.
—¡Joder Tony! —se quejó el del chándal, que había recibido un poco de salpicón—. ¿No decías que no le harías daño? Me cago en… ¡Mira cómo me has dejado los pantalones!
—No creo que le haya dolido, ¿no? —dijo Valone mientras desenroscaba el silenciador y se guardaba las herramientas. Sacó su móvil y marcó un número—. ¿Señor Calabria? Tony Valone.
Sus sospechas eran ciertas. He procedido como dispuso. Se hará esta misma noche, aunque si cambia de idea… Comprendo… sí. De acuerdo, señor Calabria. Quiero que sepa que lo siento mucho. Volveré a llamarle.
De Blacksville.
3 Comments
IM PRE SIONANTE
Muy bueno. Pronto tendreis un correo mio con algunas preguntas para el relato, para que cuadre con lo que ya teneis.
¡Gracias! ^^
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