Un blanco fijo es un blanco muerto. Por eso la Horda está constantemente moviéndose. Agotando los recursos de los lugares en los que nos asentamos. Nos gustaría poder hacer otra cosa, pero no es posible. Las pocas buenas tierras que hay en este mundo ya están ocupadas y nosotros sólo podemos viajar de una a otra esperando tener suerte y caer en un lugar del que podamos abastecernos sin muchos problemas. Podría parecer un modo oportunista de sobrevivir. Quizás lo sea, pero no tenemos muchas opciones y además es peligroso. Ojalá tuviéramos un pueblo tranquilo donde asentarnos, cultivar nuestra tierra, tener un rebaño, unas gallinas y una casa cálida y que no se moviera como una cabra borracha a cada tirón de las mulas.

Las noches son lo peor. En las llanuras los murciélagos comunes han mutado hasta transformarse en enormes depredadores, los nightstalkers. Pueden apoderarse de un niño descuidado fácilmente y transmiten muchas enfermedades. Una de las peores cosas que puede haber en una caravana, en una tribu o en un clan, es una epidemia. He visto hordas enteras desaparecer del mapa en cuestión de semanas por haber contraído una enfermedad contagiosa. Vas siguiendo una ruta por el desierto y cada pocas millas vas viendo las tumbas, al principio en grupitos pequeños, luego cada vez mayores a medida que avanzas, hasta que al final descubres los restos oxidados de las carretas aún amarradas a los esqueletos de sus animales y eres tú quien tiene que enterrar los cadáveres de los últimos supervivientes.

Los nightstalkers no son los peores. También están los crawlers, que se arrastran por el suelo de noche y atacan a los animales o a las personas si se despistan, los desangran y, si tienen tiempo, se alimentan con las vísceras. Los osos gigantes, bestias de seis garras, altas hasta los cinco metros, originarias de los bosques del norte que, con los años, se han ido extendiendo hacia el sur llevados por su ferocidad y su ansia de presas. O simplemente los lobos comunes que acechan a los pocos seres vivos que vagan por los descampados y que constituyen la única fuente de alimento a su alcance. El hambre los ha vuelto audaces y no tienen reparos en acechar a los seres humanos y a los neonacidos que encuentran, a ver si consiguen aprovechar un descuido.

Con todo, peores que los animales, desde luego, son los hombres, tanto los normales como los neonacidos. No he podido encontrar a ningún lobo más sanguinario y astuto que un cambiaformas, ni a un cambiaformas más cruel que un lord en su condado.

El lord de Pleasant Meadows tenía fama de salvaje e inhumano, por eso evitábamos atravesar sus tierras. Preferíamos aventurarnos por las tierras salvajes que lo bordeaban, desafiando a los animales y a las bandas de nómadas armados antes que entrar en su condado. Además, en sus tierras había existido una vez un depósito de armas de fuego y contaba con ingentes cantidades de munición para ellas. Sus hombres iban armados exclusivamente con ellas y las empleaban con tanta alegría como les parecía oportuno.

De Era de Acuario, Juan Cuadrado.

La otra bala y el escudo

Publicado el

viernes, 30 de marzo de 2012

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