A lo largo del siglo XXIII, la humanidad siguió expandiendo la razón por todos los rincones del mundo. Una estabilidad sin precedentes se forjó entre las diferentes naciones, y las fronteras físicas que las separaban dejaron de existir para alumbrar una etapa que los historiadores bautizaron como Luz y Razón.

En el año 2.222, los líderes mundiales se reunieron en las ruinas de la recién encontrada Babilonia (en el desierto del actual Iraq). Tras varias semanas de discusión e intentos de pacto, se decidió dejar el gobierno del mundo en manos de un consejo de superdotados, Los Cien Sabios. Para nutrirlo se escogieron a las cien personas más inteligentes y sensatas del mundo, a las cuales se otorgó el poder de decidir por toda la humanidad en un momento en que el ser humano estaba a punto de dar el salto hacia la colonización espacial, quién sabía si yendo al encuentro de nuevos mundos y quizás de nuevas razas y culturas.

Sin embargo, cuando el concilio de Los Cien Sabios se iba a celebrar por primera vez, de nuevo en Babilonia, sobre el abrasador desierto iraquí, se produjo un incomprensible eclipse total de sol que nadie había previsto, hecho que acarreó un grave desconcierto y que supondría en definitiva el inicio de una serie de sucesos que convulsionarían el planeta durante la década posterior.

Contra todo pronóstico, como si las viejas heridas nunca se hubieran cerrado, fueron aflorando algunos rebrotes de religiosidad y fanatismo que argumentando que el eclipse había sido una señal de que algo no se estaba haciendo bien, tomaron pie en el extraño suceso para difundir la idea de que tal vez el camino abordado por la humanidad no había sido el adecuado, y afirmar posteriormente y con absoluta rotundidad, que aquello suponía un aviso inequívoco de que no se podía volver la espalda a las antiguas creencias sin pagar las consecuencias. 

Los Cien Sabios trataron de paliar con negociaciones la ola de desmesura irracional sembrada por todo el planeta, pero las palabras dejaron de ser útiles ante tanta cerrazón, y al final tuvieron que recurrir al uso de la fuerza. Sin compasión, sin atisbo de remordimiento, comenzó la férrea defensa de Luz y Razón ante la cada vez más abundante presión del fanatismo. Se dispersó a los modernos creyentes, se sofocaron las revueltas y se ejecutaron a los líderes del movimiento involutivo que no habían dado muestras de arrepentimiento, en un intento por apagar una mecha que lamentablemente ya había prendido.

Sesenta años después de la fundación de Los Cien Sabios, la paz parecía imperar de nuevo, pero en 2282, cuando los sucesores del primer consejo se reunía en la Babilonia reconstruida, con asombro e impotencia, la humanidad pudo contemplar otra vez cómo el sol volvía a oscurecerse sin previo aviso y cómo los terremotos volvían a sacudir la Tierra. A media tarde de aquel 21 de junio, atolondrados por el caos, mientras intentaban discernir cuál era la razón de que el mundo se viera azotado por sucesos extraordinarios e increíbles, el cielo estalló en llamas firmando el regreso de los dragones...

Cien rostros miraron en aquel momento hacia el firmamento, conscientes de que todo por lo que había luchado el hombre se estaba convirtiendo en cenizas porque comenzaba La Caída.


De Mundo Eterno, Oliver Bueno.

Los Cien Sabios

Publicado el

lunes, 26 de marzo de 2012

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