Hacer portadas supone una disciplina muy exigente dentro del campo de la ilustración comercial, y aunque su elaboración mantiene una profunda relación con el contenido de los libros a los que van destinadas, como no podía ser de otra manera, goza sin embargo de una cierto grado de libertad que debe ser utilizado siempre para cumplir los objetivos propuestos por la editorial, porque ha de convivir con una serie de elementos gráficos indispensables para que una cubierta sea considerada como tal.

Así las cosas, el título del libro, la identificación de la editorial o de la colección, como es el caso de nuestros Cliffhanger, o incluso elementos adicionales como fajas o pegatinas, no deben ser entendidos por el ilustrador o ilustradora como meros escollos a superar, sino como complementos que ayudarán a terminar la portada a la que sirve la ilustración.

Tampoco es cuestión de que el artista entienda su labor en una cubierta como secundario, como una especie de telón de fondo que sufrirá algunas inevitables alteraciones en su fase de terminado a manos del diseñador gráfico de turno, porque el asunto consiste precisamente en contemplar esos cambios con la suficiente antelación como para apropiarse de ellos y hacer que sumen calidad al trabajo en vez de restárselo.

Una mala portada se delata porque carece de equilibrio entre todos los componentes que la nutren, de manera que hay muchos ejemplos que destacan porque la imagen pesa demasiado, debido entre otras cosas a que el grafista ha tenido miedo de interferir en ella o ha recurrido a sortearla para evitar problemas. En otros casos, se delata por todo lo contrario, y aunque este aspecto no compete estrictamente al ilustrador sino que recae en las manos poco diestras o demasiado irrespetuosas del diseñador, conviene mencionarlo porque haberlos, haylos...

En resumidas cuentas, una buena portada se delata porque hay un orden de convivencia en el que nada sobra y nada falta, y bastaría que «desperdiciásemos» una tarde en una librería especializada o generalista, para comprender este asunto.

Por lo tanto, mi primer consejo pasa por recomendar que el portadista trabaje codo con codo con la editorial, que conozca o pueda imaginar en el peor de los casos, cómo va a quedar su trabajo una vez sea publicado, y que sepa de antemano qué cantidad de elementos adicionales se van a incorporar, para tenerlos en cuenta a la hora de realizar los primeros esbozos, ya que estos van a formar parte de esa portada que alumbraremos desde nuestra labor como ilustradores, y en definitiva, ayudarán al libro  a luchar a muerte en las estanterías con otros, por llevarse el gato al agua de la atención del aficionado o consumidor.

Os leo.

Manual del portadista galáctico

Publicado el

miércoles, 14 de marzo de 2012

2 Comments
Bester dijo...

que grande la faja esa roja :D...

un gran orgullo para la gente de la Rolesfera .

un saludo :)

alberto_orco dijo...

Y anda que no queda chula!

;)