Al hilo de la entrada del jueves pasado, en la que recomendaba realizar un exhaustivo trabajo de documentación para evitar lamentables errores de bulto, quiero tocar hoy el peliagudo aspecto del dinamismo en las ilustraciones.

Todos conocemos lo que significa gráficamente una escena de acción, pero incluso en las que no lo son, hace falta que exista algo de dinamismo. 

Éste se consigue fundamentalmente gracias al encuadre elegido por el ilustrador o ilustradora, obviamente, aunque con uno bueno no está todo solucionado. El abuso de visones frontales o de perfil tanto en objetos como en personajes, delatará siempre que el artista no domina el escenario ni los elementos que lo componen, de manera que la ilustración resultará innecesariamente hierática, lo que a la postre mermará su potencial.

No está mal que en un repertorio de trabajos para un mismo libro existan escenas solemnes o quietas, incluso meramente descriptivas, pero conviene que estemos atentos a dinamizarlas de alguna manera para trasladar al espectador esa sensación de verismo del que hablábamos el otro día. No es lo mismo un busto en tres cuartos de un protagonista en el que éste parece no decirnos nada, que otro que lleve una buena carga de intencionalidad a cuestas. La mirada de los personajes dice mucho, pero también sus manos, lo que están haciendo, si lleva un palillo entre los dientes o muestra una media sonrisa, la posición de la cabeza, si está ligeramente ladeada o no, etcétera.

Introducir variables que enriquezcan el contenido siempre va a suponer dinamizar la ilustración. El uso de los escorzos resulta convincente, pero si además aplicamos a nuestra imagen alguna muestra de actitud cotidiana, de que el personaje está vivo y no se limita sólo a posar, la cosa mejorará mucho.

Así mismo, en las escenas de ambientación, el uso de la perspectiva, la picardía en la elección del punto de vista y el tratamiento atmosférico (las cosas más alejadas pierden detalle y definición, volviéndose más sintéticas), nos ayudará a macerar un contexto realista que percibirá inmediatamente quien esté observándolas, sencillamente porque la realidad rara vez es simétrica, porque todo en ella se mueve de una u otra manera, y porque nuestra capacidad bifocal de ver las cosas capta en tres dimensiones y no en dos.

Para terminar por hoy, también conviene recurrir a contar historias dentro de la historia que estamos describiendo gráficamente. Si hay tiros, los pájaros o los perros y gatos de las inmediaciones saldrán despavoridos. Puede haber algún vecino mirando desde detrás de los visillos de la ventana de su domicilio, incluso alguna rueda del coche que está sirviendo como parapeto ante los disparos puede estar desinchada porque ha recibido un balazo...

Los detalles que nos servía el otro día para confeccionar correctamente nuestras imágenes, también sirven para dinamizarlas y para mostrar que el ilustrador o ilustradora está ejerciendo de director de escena, y que es plenamente consciente de lo que ello implica.


Manual de supervivencia para ilustradores (II)

Publicado el

domingo, 4 de marzo de 2012