En la Roma republicana era una fuerte blasfemia empuñar un arma dentro las murallas. Una vez atravesados los límites de la ciudad, el legionario se transformaba en ciudadano y no podía utilizarlas (salvo en el Campo de Marte que, en realidad, se consideraba fuera de la ciudad).
Cayo Mario rompió este tabú con sus tropas, y fue maldecido por los dioses con la locura y con su derrota a manos de Lucio Cornelio Sila. Desde entonces, que un ejército entrara en armas dentro de la ciudad empezó a considerarse menos imposible. Julio César lo hará y, a partir del emperador Augusto, se creará la Guardia Pretoriana, fuerza militar afincada en Roma que siempre estará armada y que cumplirá las funciones de policía sustituyendo a los lictores (que desde entonces tendrán una función meramente decorativa).
Cayo Mario rompió este tabú con sus tropas, y fue maldecido por los dioses con la locura y con su derrota a manos de Lucio Cornelio Sila. Desde entonces, que un ejército entrara en armas dentro de la ciudad empezó a considerarse menos imposible. Julio César lo hará y, a partir del emperador Augusto, se creará la Guardia Pretoriana, fuerza militar afincada en Roma que siempre estará armada y que cumplirá las funciones de policía sustituyendo a los lictores (que desde entonces tendrán una función meramente decorativa).
Sin embargo, empuñar armas seguirá prohibido en el recinto durante todo el periodo de este juego. Los legionarios son ciudadanos romanos (salvo que entren a formar parte de la Guardia Pretoriana) y llevarán las suyas envueltas y guardadas, alejadas de sus manos. Pero habrá quien, sobre todo los que quieran pasar por la Subura de noche, llevará un pugio escondido, arriesgándose a ser apresado.
En Roma, lo normal es que los matones y asesinos utilicen porras o pugios y que la mayoría de peleas se realicen a puñetazos. Tarde o temprano, a cualquier AJ de Roma le tocará un Jugador que quiera que su PJ vaya fuertemente armado. Será una invitación para acabar en el calabozo. Un grupo con armas por la calle en pleno día llamaría la atención, correría la voz, las gentes en sus casas se armarían (recuerda que Roma está llena de legionarios de permiso o retirados), y finalmente aparecería la guardia. Por la noche, pueden tener suerte de que nadie les vea.
Las armas pequeñas pueden esconderse entre las ropas (recomendamos que sean las únicas que lleven los PJ). Las de medio tamaño pueden llegar a ocultarse, pero serán evidentes para cualquiera que preste un poco de atención. Las grandes no puede desaparecer a no ser que se tomen medidas especiales (introducir un pilum dentro del eje de un carro, etcétera).
De Roma.
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