Quedando todavía dos meses para que concluya el plazo de nuestro Concurso Cazatalentos y aprovechando que me toca estar de guardia cuidando el blog, me apetecía dar alguna que otra recomendación a aquellos que se han animado a concursar en la modalidad de ilustración.
Puesto que posiblemente detrás de ésta haya más entradas al respecto, quiero comenzar por el asunto de la ambientación, pues es en ella donde se suelen delatar las carencias del ilustrador y conviene estar al menos avisado, porque antes que cocinero fui fraile y sé perfectamente lo que duele que te señalen que has metido la pata en una tontería que desmerece tu trabajo (todavía recuerdo la Franchi Spas que le puse a Dolores Faulkner en la portada de Semilla de Acero, ya que por su volumen parecía el armatroste que llevaba Vasquez en Aliens).
El tamaño sí importa, y mucho, porque en ilustración, las proporciones, por encima de los detalles, son las que trasladan al lector o espectador la sensación de verismo, de manera que conocer cómo son las cosas y qué relación comparada tienen entre unas y otras, es uno de los aspectos que tomo con mayor cuidado a la hora de abordar un proyecto, para lo cual me aprovisiono de la mayor cantidad de material de referencia posible, para comenzar posteriormente a elaborar numerosos bosquejos en aras de garantizar que mis ilustraciones resulten convincentes.
Dado que el concurso nos sitúa en una época concreta, conviente tener en cuenta que una figura humana demasiado pequeña (salvo que sea un enano) con respecto a un coche o un camión, por ejemplo, es tan lesivo para el propósito final como que sea demasiado voluminosa o grande (salvo que hablemos de un gigante). Lo mismo ocurre con la arquitectura del escenario, y por supuesto con los objetos cotidianos que la nutren. Portales amplios en los edificios importantes y pequeños en los de los suburbios; atención a las cajas y basuras de la calle (el cartón era menos habitual que la madera), y al tamaño de las bocas de riego o incluso a la forma de las farolas o la altura de las aceras. Todo importa, más incluso que definir perfectamente la Thompson o la Smith & Wesson que llevará tal o cual personaje. Los cigarrillos con o sin filtro, los sombreros, lo amplio de las solapas o incluso la forma de los cuellos de las camisas y el ancho de las corbatas, el tipo de teléfonos que se usaban, las lámparas, etcétera, todos estos detalles importan, claro que importan.
Ni qué decir tiene que hay que huir de los anacronismos como de la peste...
Así que «desperdiciar» una o dos tardes entendiendo la época que vamos a reflejar nos asegurará al menos el 80% del éxito de nuestro trabajo, y si además nos permitimos el lujo de introducir elementos variados que lo enriquezcan (gabardinas diferentes; abrigos diferentes; manos con guantes y sin ellos; zapatos, botines o botas; vestidos diferentes para las chicas; sombreros y tocados también diferentes, etcétera), nos estaremos asegurando el 20% restante a poco que resolvamos bien la ilustración a nivel técnico.
Por hoy nada más, nos leemos.
2 Comments
Completamente de acuerdo con todo menos el detalle de llamar "desperdicio" a dedicar un par de tardes entendiendo la época. Eso más bien es hacer trabajo de documentación y es algo que no hay que saltarse en ningún trabajo.
Ahora hasta lo recomiendan antes de enviar un currículum...
Buenas tardes.
Rasczak ;) Era un eufemismo, desde luego, así que ahora mismo lo pongo en cursiva ;)
Un abrazote
Jose
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