El 27 de agosto saltaba definitivamente la noticia. Nuestro juego por excelencia volvía a casa tras un largo periplo. Y mientras la asimilaba esperaba, no sin cierto nerviosismo, que sonara el teléfono.
No tardó mucho. Por el auricular recibí la confirmación del nuevo encargo. 21 años después tenía que volver a desarrollar el sistema de juego para una nueva edición del juego que nos lanzó al mercado y colocó nuestros nombres en las mesas de miles de jugadores —no es orgullo ni vanidad, son números: más de 4.500 ejemplares vendidos de la primera edición dan testimonio de hasta que punto había calado nuestra propuesta en el tejido rolero español—, un proyecto en el que me embarco con decisión. Hay que adecuar el juego al siglo XXI y hacerlo «duro de cojones». Es un reto, pero no me asusta.