La ola de desapariciones precedió al estallido como la calma a la tempestad. En lugares tan dispares como colonias embrionarias, asentamientos afianzados, estaciones orbitales, naves espaciales y a saber qué más sitios, la gente empezó a desaparecer, así de sencillo. Más tarde supimos de la nefasta coincidencia en el tiempo de estas desapariciones, pero mientras ocurrían, las autoridades locales no se imaginaban lo que se les iba a venir encima. Ahora sabemos que entre las desapariciones y la eclosión transcurre una media de una semana. En algunos casos puede prolongarse hasta diez días, pero el proceso es escalofriantemente rápido.
Al principio los informes eran
muy confusos. Se hablaba del descubrimiento de seres alienígenas autóctonos en
mundos distantes, una especie muy agresiva y escurridiza, pero no tardamos
mucho en darnos cuenta de que las características descritas eran muy similares
en casos que distaban decenas de años luz unos de otros. O la madre naturaleza
se había confabulado contra la humanidad, o esos seres habían llegado de alguna
parte a esos sitios casi a la vez. Huelga decir que las bodegas de carga de una
nave no son el ecosistema ideal para que se desarrolle una forma de vida desde
cero, pero no es la primera vez que estas criaturas desafían los mismos cimientos del sentido común.