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Fecha: jueves, 9 marzo 2006 23:18
Asunto: La mara no olvida

Rebuenas, y noches

Para que no te sientas solo por la mañana, te mando una dosis más de argumento.
En un parque solitario, por la noche. Llega un coche de policía del que bajan dos agentes de uniforme. Uno es mayor, y parece tener la voz cantante. De no ser por ir de azul, no sería de los tipos en cuyas manos un ciudadano de bien dejaría su protección y seguridad (está entrado en los suficientes años como para haber perdido la necesidad de aparentar que no es un hijo de puta con placa, amargado por no haber pasado de patrullero en sus 40 años de servicio). El otro es más joven, pero parece dispuesto a seguir los mismos pasos que su mentor. Recorren los caminos desiertos del parque y se dirigen a la típica parte inferior de un puente peatonal. Es el típico lugar oscuro a lo Central Park donde se forma un túnel donde de día corren los que hacen footing y de noche se reúnen los diablos de la ciudad. Allí se encuentran a dos jóvenes de aspecto latino. Uno lleva una camiseta de tirantes, el otro a músculo descubierto (más bien fibra) y los dos lucen una piel anegada de tatuajes. Ambos llevan pantalones vaqueros varias tallas más grandes y caídos. Están fumando hierba y no parecen sobresaltarse por la presencia de los polis. A los pies de los pandilleros hay dos cajas que parecen de electrodomésticos caros, quizá ordenadores o DVD's. Todo indica que esas cajas son un pequeño obsequio de los chicos (sus bandas) a los polis (que no el cuerpo de policía). Sin embargo, el poli mayor parece insatisfecho con los sobornillos de siempre. Sabe que se está moviendo mucho dinero en el barrio y quiere más. El compañero se limita a sonreirle las gracias. Los pandilleros mandan al carajo a los polis con sus nuevas exigencias. No están dispuestos a cambiar el trato sólo porque se lo digan, y seguro que hay más polis amargados a los que sobornar.

Por su parte, el poli mayor lleva tanto tiempo en el negocio sucio que se cree que se ha vuelto inmune a las balas y que su placa mantendrá a los malos con el rabo entre las piernas. Momento de tensión. El poli joven saca el arma y el mayor insiste en persuadir a sus amigos de que sean más generosos. Los latinos se zafan y emprenden la huida, pero el túnel es estrecho y han de correr en fila india. Un tiro en la pierna y uno de ellos cae. El otro desaparece en la oscuridad. Los polis lo apalean hasta matar al abatido (no se sabe si a posta, pero seguro que un fiambre hará llegar el mensaje). Satisfechos, los polis se largan con sus cajas.

Lo siguiente que se sabe del poli mayor es que se le encuentra sentado en la taza del water de su casa con los pantalones bajados y una nota clavada al pecho con un cuchillo de cocina que reza: «La Mara no olvida.» A saber qué le ha pasado al otro poli, pero la conclusión es que no es sano jugar con fuego si no vas preparado.

Ya me dirás. A ver si mañana hay más.

Un abrazo!

La mara no olvida

Publicado el

martes, 27 de diciembre de 2011

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