Esta guerra no sólo es cosa de gatos y ratas, por desgracia. Los perros fueron seleccionados por los humanos como sus mejores amigos en su travesía por este mundo.

Los gatos no consideraron esto, precisamente, como un desprecio ni como algo que echar de menos. La verdad, para ellos el verse libres de elegir, o no, acompañar al hombre a lo largo de la Historia fue un alivio considerable. El hombre tenía una desagradable tendencia a no dejarse aconsejar por aquellos más sabios y prudentes que él. Los gatos, principalmente.

Lo que deslumbró al hombre del perro fue su absoluta e incondicional entrega y lealtad, más allá de todo cuestionamiento. Los gatos, gente con tendencia a la crítica (en ocasiones demasiada tendencia a la crítica), encontraron esto chocante —¿de verdad lo que más valoraban de un animal era lo dispuesto que estaba a cumplir órdenes?, ¡venga ya, se suponía que los más inteligentes eran ellos!—. Luego la Historia demostró que, efectivamente, y por desgracia, los gatos habían subestimado la estupidez y la soberbia del ser humano y que lo que más se valoraba en los perros era su disposición alegre, rápida y boba, a hacer todo lo que se les pidiera, por tonto y peligroso que resultara.
 
Los perros consideraron que era un timbre de honor para su raza ser los más directos, obedientes, leales y acríticos servidores de la Humanidad. De hecho, creyeron que las palabras amigo e imbécil era sinónimos hasta que descubrieron que los humanos no mandan a sus amigos de verdad a buscar minas en las guerras, a enfrentarse a los lobos para defender sus rebaños ni a comer lo que nadie más querría comer.
Se dice que fue el comentario ofensivo de un lobo a un mastín el que comenzó todo esto (¡pringaooo!, o algo así le dijo). En efecto, hace relativamente poco, más o menos desde la II Guerra Mundial, los perros empezaron a organizarse, al menos de forma independiente a sus dueños, y fundaron el Hundenblock.

Uno de ellos especialmente consideró que era un desperdicio de lealtad y abnegación el comportamiento de la raza canina hacia sus dueños, una energía tirada en hacer más cómoda y segura la vida de otra especie. En definitiva, una traición a la propia. Para el Hundenblock era importante eso de la especie: cada uno tiene la suya, como demuestra a diario el olfato, y no es bueno que se mezclen.

No nos engañemos, los perros son los que en mejor posición están: son muchos, valorados y queridos, y casi ningún humano dudaría de su lealtad ciega, así que serían un valioso aliado para cualquiera que quisiera llegar a la dominación mundial o incluso para llegar ellos mismos a la dominación mundial. El problema consiste en estar efectivamente interesado en ello. Los gatos no lo están, pero las ratas sí y, además, éstas no son enemigas naturales de los perros. De esta forma el Hundenblock y el Ratiperio han llegado a un acuerdo mutuamente beneficioso para quitar a los gatos de en medio y repartirse el mundo que quedará cuando los humanos sean barridos de él.

El Hundenblock, como cualquier organización canina, se basa en la lealtad ciega al líder. Los perros no se cuestionan si lo que están haciendo está bien o mal, o si lo que su jefe les pide es lo más inteligente. Simplemente lo hacen, y para ellos es suficiente recompensa un gruñido de aprobación, un buen puesto en la manada para comer, o una caricia en la cabeza. A cambio, harán lo que sea sin preguntar ni exhibir la menor sombra de duda. Gente leal, los perros.

Heinrich es, según se cuenta, el líder de esta organización. Un dóberman feroz, enorme y negro como la muerte, con muchos más años de los que debería tener y que impone una disciplina de hierro entre sus miembros, premiando el pensar poco y el obedecer mucho.

Con estos fundamentos, ¿cómo es que el Hundenblock no está desfilando ya por las calles al paso de la oca? Muy sencillo, los perros son conservadores y tardan en darse cuenta de cuáles son sus propios intereses; la organización es relativamente joven y muchos canes se debaten entre la lealtad a sus dueños y la fidelidad a una organización recién creada; además, el mensaje no ha llegado todavía a todos los hogares caninos, de forma que buena parte de las energías del Hundenblock todavía se están empleando en el proselitismo y en definir su ideología de un mundo formado por perros perfectamente obedientes y perfectamente encuadrados, al que serán sometidos el resto de los seres vivos de la tierra.

Y eso, por supuesto, incluirá a las ratas…

De Mininos en la Sombra.

El Hundenblock

Publicado el

martes, 17 de abril de 2012

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3 Comments
AOH/Rasczak dijo...

Me encanta! Aunque ya se me ocurren fórmulas y facciones secretas que haga que los perros no queden tan mal parados en el trasfondo. XD

Omar El Kashef dijo...

¿Una quinta columna de "perros buenos"?

Armitage15 dijo...

yo ya la tengo creada

"La Quinta Perrera"