Casi no respiraba. Había algo raro en ese silencio. ¿Dónde estaban papá y mamá? Ahogó un grito cuando pequeños truenos resonaron por la casa. Oyó algo parecido a un gemido y una voz desconocida diciendo ¡Charlie! y seguidamente otra ¡Déjalo y sigue! Luego pasos apresurados, muebles cayéndose. Después le llegó la voz de su padre: ¡No salgas! Carreras. Más truenos. En la mente de Fiann se formó la palabra disparos. Igual que en la película del oeste del día anterior. Quería salir de su escondite pero se sintió paralizado. ¿Y mamá, dónde estaba mamá?, pensó. ¿También escondida?

Un nuevo grito y algo grande cayéndose. El chico no conseguía discernir nada desde su escondite a pesar de sus esfuerzos. Entonces alguien cruzó por delante de su cuarto. Eran los pasos de su padre pero no entró en el cuarto y pasó de largo. Le pareció ver que cojeaba. Oyó una puerta cerrarse. A continuación dos voces. Una serena, la otra —de mujer— muy nerviosa. ¿Sus padres en el dormitorio grande? En aquel momento vio otro par de zapatos detenerse a la entrada de su propio cuarto.

—Bonita habitación, Patrick. ¿Te importa si entro? Ahora que estamos solo nosotros, quizá tu hijo quiera unirse a nuestra fiesta. Ya sabes, cuantos más seamos será más divertido. Como dicen los franceses: ¡Vive la fête! —El hombre entró en el cuarto—. Veamos, quizá tu chico está… ¡debajo de la cama! —Fiann oyó el frufrú de una tela levantarse al tiempo que el hombre hacía un ruido contra el suelo—. Pues no. Entonces quizás… ¡dentro del armario! —Una puerta se movió con estrépito; Fiann no se atrevía a moverse— Vaya, vaya. Pues no quedan más sitios. Buscaré después. Aunque claro… ¡Hop! —La tapa del baúl se abrió con fuerza; el chico notó cómo humedecía sus pantalones y un grito mudo quedaba atrapado en su garganta; los segundos pasaban y el hombre no se movía—. ¡Qué decepción! En fin, Patrick, voy por tiii.

El hombre cerró con fuerza el baúl y salió. Fiann a duras penas conseguía contener los temblores que le sacudían y las lágrimas de terror. Escuchó al intruso canturrear el nombre de su padre.

Después vino lo que le pareció un golpe contra una puerta, otro más, luego una pelea, un gruñido, los chillidos de su madre, estrépito de muebles, uno, dos disparos, otro grito más de su madre: ¡Patrick! Finalmente un breve y tenso silencio, roto por los sollozos de la mujer y la respiración entrecortada de un hombre, Fiann no sabía seguro si era su padre. Pronto salió de dudas:

—Señora Connelly. Un placer conocerla.

—No, por favor, no. Por favor…

—No es nada personal. Bueno, para usted sí, claro. Para mí es solo trabajo.

Otro disparo.

Tras una pausa, oyó pasos y vio los mismos zapatos deteniéndose en la entrada de su cuarto. Tras unos instantes, continuó su camino. Le oyó decir: Cabrón, qué navajazo.

Fiann esperó a su papá. Silencio. Y esperó. Ni un ruido. Y luego esperó un poco más. Nada. Por último se atrevió a abandonar su escondite y con paso tembloroso se dirigió al cuarto de sus padres. La puerta estaba sacada del quicio y vio manchas oscuras en el suelo y la pared.

Siguió con la mirada el rastro de huellas ocres. Y entonces los vio.

Una Sombra Roja, de Jokin Martínez.

Una sombra roja

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lunes, 22 de octubre de 2012

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1 Comment
Deka Black dijo...

OK, lo diré asi: ¿Porque me imagino a Joe Pesci cargandose a Robert De Niro y Lauren Bacall en sus años mozos?

Atmosferico, , feten