Nos preguntáis cada cierto tiempo por él y en sentido estricto debería limitarme a remitiros a El Autómata para que allí os dieran las explicaciones pertinentes, pero como confieso siempre: no puedo.
Quizás tampoco deba pero el asunto de las formas sinceramente me importa un pimiento, el caso es que esta primavera pasada recibía una llamada de uno de los responsables del proyecto en la que me comunicaba que se habían sobrepasado los plazos y que habían pensado dejarlo...
¿Dejarlo? Las crisis son como los oasis en el desierto, que uno siente que en cuanto alcance el primero que encuentre en el camino, allí se queda esperando a que lo rescaten... Pero luego, con el agua, la brisa fresca y el sonido de las hojas de palmera meciéndose al viento, surge algo balsámico del propio entorno que te anima a coger cuanto dátil encuentres, a rellenar la cantimplora y pensar luego en cuál momento será el más adecuado para que abandones la zona de confort para volver a comer desierto al encuentro de ese final soñado o en su caso, de otro oasis que te ayude a continuar...
Acumulo suficientes bajones creativos como para decir que mi almohada rebosa de ellos, que acostumbro a dormir con esos valles estadísticos que tumban a muchos pero que a mí, personalmente, se entiende, me animan a buscar en el cajón de los proyectos aparcados por ver cuál retomo.
Entendí lo que me decía mi interlocutor y contesté inmediatamente que a mí me gustaba el enfoque que se estaba dando a la tercera versión de nuestro juego de terror; que los contratos nunca son un problema si existe voluntad por ambas partes, pues se prorrogan o se modifican para ajustarse a las nuevas circunstancias; que mejor volvíamos a continuar aquella conversación a finales de agosto, y si en ese momento nada había cambiado, entonces sí, entonces aceptaría lo inevitable sin decir palabra.
Jose Lomo me llamaba la semana pasada como habíamos pactado en mayo, y hoy quiero deciros que Ragnarok 3ª sigue adelante, pero ahora que lo sabéis, os voy a pedir un favor: dejad de escribir a Ludotecnia preguntando por él y comenzad a saturar las líneas de El Autómata, dadles «feedbak» hasta que pidan tregua, avasalladlos con vuestro comentarios e interrogantes, porque como ellos no lo saquen adelante, os juro que lo meto en un cajón y me olvido de él.
Puede que alguien piense a estas alturas de este texto en qué demonios me he creído si yo era el puto dibujante y portadista, pero le animo a que busque mi nombre en los créditos de las dos ediciones, concretamente al lado de Carlos e Igor, y una vez lo haya encontrado, le rogaría encarecidamente que se pregunte brevemente en qué coño puedo basarme para decir tan rotundamente que me gusta el Ragnarok de El Autómata.
Nos leemos.
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