«Los hunos estaban rodeados y cuando todos sus jefes hubieron muerto, los supervivientes se rindieron, o más bien, por puro agotamiento no pudieron seguir luchando. Skadila y sus jinetes gépidos rodeaban a los prisioneros y los mantenían quietos a punta de lanza, pero aun desarmados, se hubieran arrojado sobre sus captores y los hubieran despedazado con sus grandes, afilados y amarillentos dientes. Los gépidos habían salvado nuestras vidas y nuestros bienes y no sabíamos cómo dar las gracias, pero éstos prestaban poca atención a nuestras palabras porque dedicaban todo su interés a sus enemigos [...]
Skadila tenía un guía válaco al que llamaban Daciolo y estuvo departiendo con él un largo rato. Mientras tanto, yo pude observar de lejos a los hunos. Apenas eran una docena de un grupo que, al principio, era de dos centenares de guerreros. Todos iban montados en monstruosos lobos, en nada parecidos a los que habitan en nuestros despoblados o en los bosques. Estos habían sido criados para mutar su naturaleza en la de unos monstruos tan grandes como un caballo pequeño, cubiertos de pelo hirsuto y maloliente, armados de zarpas de león y dientes como dagas, y tan maliciosos que hasta para sus jinetes era un peligro montarlos [...] normalmente son de corta estatura pero de cuerpos rechonchos, de troncos como barriles, pieles cetrinas o grisáceas, rasgos toscos, animalescos y pronunciados, ojos pequeños y taimados de todos los colores del gris al negro, y orejas de chivo. Su pelo también varía, del negro al rubio [...] llevaban cotas de malla o escamas, de procedencia romana o bárbara, pero la mayoría se conformaban con duras y gruesas pieles curtidas que sujetaban con cintas, trabas y hebillas, pues para ellos hacerse con los armamenta de un elfo o de un hombre es un gran botín [...] Los mejor armados ceñían sables curvos, los más, hachas o toscas mazas, pero en cualquier caso, portaban arcos de tipo escita y flechas de diferentes clases: unas cortas y pesadas, para usar a poca distancia y atravesar las armaduras, otras largas y más ligeras, para hostigar de lejos a los enemigos y herir a sus caballos [...] No hubo piedad para los hunos, ni tampoco ellos la pidieron…»
De D.
1 Comment
Creo que voy entendiendo que tiene que ver Conan con estos hunos...
Publicar un comentario