«El pantano era la ciénaga más oscura e inhóspita de Escanza, cubierta por la niebla todos los días del año, como me informaban los guías gauta, pero aparte de ser el más infecto de los agujeros de ese país, nada nos hacía presagiar lo que nos esperaba (…) Alzándose desde detrás del retorcido sauce un ser disforme y enorme rasgó el velo de la niebla y asustó a nuestras monturas. Grande como de ocho codos, o diez, robusto y membrudo, más desproporcionado que un gigante, pues éstos aún conservan, a pesar de su tamaño, la forma de hombre. Sus ojos maliciosos refulgían en un pálido azul que hacía todavía más sobrenatural la espantosa aparición. Los guías gauta echaron a correr mientras gritaban Trawls! Trawls! Y el monstruo comenzó a acercarse a nosotros, empuñando algo que parecía un hacha de piedra, pero de un tamaño tan grande que parecía imposible que pudiera levantarse del suelo. Su cuerpo iba cubierto por algo que no podía saberse si eran sólo las pieles mal curtidas de alguna bestia, o más bien su mismo cadáver enrollado al cuerpo; su rostro, sólo por la disposición de sus rasgos podía adivinarse que era tal…»
De D. Fragmento de De Legatione Scanzica, Flaviano.
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