Era inevitable que, cuando las órdenes empezaron a llegar, se produjera un desastre. Imposible cubrir todos los frentes, vencer todas las batallas. Imposible también negarse a obedecer. Desde el principio contaron con la ayuda casi incondicional del Fifth Floor, sometido a presiones similares por parte del gobierno de Su Majestad. Después hubo que llamar a la puerta de los europeos. Ellos sí que exigirían recibir algo a cambio de su ayuda. Luego no quedó otro remedio que suspender las operaciones de reclutamiento de nuevos mutantes por falta de recursos. Pronto ni tan siquiera esa medida desesperada fue suficiente. Cada éxito que se conseguía contra los fundamentalistas se traducía en nuevas peticiones de ayuda de otras agencias. Cada derrota suponía una tragedia, cada baja un hueco imposible de rellenar. No había alternativa. Fracasar o negarse a obedecer significaría comprometer la existencia misma de la organización. El precio era altísimo.

Casi desde el mismo 12/S se habían suspendido las operaciones contra Heracles. De momento no suponía un problema serio porque los Mutantes Libres parecían mantenerse al margen, pero la posibilidad de que decidiesen atacar aterraba al C.D.F.C. Se negociaron acuerdos de no agresión con rusos y chinos. Hubo quien comparó la situación con llevar a la casa de empeño las últimas joyas de la familia.

Pronto, ni siquiera eso fue suficiente.

Sólo quedaba una vía. Negociar con Heracles para  liberar los recursos que se consumían en vigilarla asegurando la seguridad de ese flanco. El último cartucho que les quedaba antes de tener que reconocer ante Washington que el C.D.F.C. no merecía el miedo que causaba.

El pacto de Brighton I fue un farol que, contra todo pronóstico, salió bien. De haber sabido Heracles hasta qué punto el Gran Enemigo estaba contra las cuerdas hubiera podido acabar con él de un solo golpe. Como sabemos ahora no fue así y, para bien o para mal, la Historia siguió por un camino completamente diferente.

Los doce meses del primer acuerdo, vieron cómo el C.D.F.C. reforzaba su posición. Impresionados con su eficiencia, ignorando lo cerca que estaban del desastre, los burócratas les proporcionaron todos los fondos y todos los recursos que tanto necesitaban. En la primavera del 2002, lo peor de la crisis había pasado. La paz con Heracles se mantuvo, primero por inercia, luego por intereses más oscuros.

A cambio de un precio pagado en sangre, el C.D.F.C. se encontraba en la cúspide de su prestigio. Al respeto basado en el miedo se había sumado la admiración sincera de la administración. El futuro parecía brillante y el cielo el único límite, pero  a los hombres de Boulder les preocupaba una cosa por encima de todas las demás: su independencia del poder político. De poco servía el dinero público, la adulación y la gloria, si traían consigo que el gobierno controlase al C.D.F.C. como si no fuese más que otra agencia federal. Washington siempre había sabido que los Mutantes tenían potencial como herramienta de poder. Ahora veían como ese potencial no solo se hacía realidad, si no que superaba ampliamente sus expectativas más optimistas.

Había llegado el momento de volver a la oscuridad y el C.D.F.C. empezó a urdir un plan para garantizar su futuro en la sombra. La estrategia era bien simple: cambiar para que nada cambiase. 

Antes de que nadie lo hiciera por ellos y aprovechando su recién ganado prestigio, decidieron desmontar toda la organización.

Desmontarla, eso sí, para acto seguido levantar otra prácticamente idéntica. Sin interferencias. Bajo su control. En su términos. Con sus condiciones. La propuesta era sencilla. Se fundaría un nuevo servicio M más pequeño, más ágil y más acorde con los nuevos tiempos. Tras el 11/S todo ha cambiado. Cambiemos nosotros también, se dijeron. A Washington aquello le sonaba a música celestial, completamente en sintonía con lo que ellos mismos empezaban a plantearse. Mientras que otras agencias como la NSA, la CIA o el FBI se oponían tercamente a la renovación, el C.D.F.C. la abrazaba abiertamente. Los políticos y los burácratas no podían disimular su satisfacción.

La nueva agencia se denominaría A.K.R.A., Advanced Key Research Administration. Tendría menos personal, lo que le daría mayor eficacia, y sería menos ambiciosa en sus cometidos, con lo que ganaría en claridad estratégica. La realidad, por supuesto, era bien distinta. La reducción de personal sólo consistía en reconocer las muchas bajas sufridas desde el 11/S y que se habían mantenido en secreto. La reducción de funciones significaba quitarse de encima aquellas tareas que menos interesaban o que estaban sometidas a controles externos más intensos. Prácticamente todos los miembros del A.K.R.A. iban a ser ex-C.D.F.C. Los supervisores militares que se habían impuesto tras el 11/S ya no serían necesarios. Los controles sobre las actividades del servicio, serían renegociados. De un solo coletazo, el pez se había desprendido del anzuelo y nadaba libre de vuelta a lo más profundo del río.

La estrategia funcionó a la perfección y entre las élites políticas no hubo oposición digna de ese nombre.

Y en ese momento de triunfo surgió una nueva idea aun más ambiciosa. ¿Sería posible matar dos pájaros de un tiro y aprovechar la situación para acabar con Heracles?

La respuesta fue un rotundo Yes, we can! Si los Mutantes Libres había respetado el Pacto de Brighton, no había razones para pensar que no respetaría una prórroga del mismo. Se firmaría un nuevo acuerdo que mantendría la retaguardia cubierta durante el periodo de reconversión y, tan pronto como la nueva estructura estuviera lista, se estrenaría con un golpe  mortal a la organización Kaufmann.

Mucho por hacer en sólo unos meses. Mantener el  Pacto de Brighton en vigor ayudaría a hacerlo todo más fácil. El plan final estableció un brevísimo periodo de transición en el que A.K.R.A. y C.D.F.C. funcionasen en paralelo. La prioridad táctica del momento debía ser la apoyar la invasión de Irak.

Puesto que estaba claro que los iraquíes darían la bienvenida a las tropas estadounidenses con flores y besos y establecerían en poco tiempo por sí mismos una democracia funcional, vibrante y activa, no iba a ser necesario el uso de Mutantes una vez puesta en marcha la invasión. Sería el momento perfecto para terminar la transición y despedir al viejo C.D.F.C.

Meet the new boss. Same as the old boss. / Won't get fooled again. [The Who]

De Mutantes.

Won't get fooled again

Publicado el

miércoles, 30 de enero de 2013

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4 Comments
Deka Black dijo...

Lo que da miedo es que suena MUY verosimil. esto si que es un Mundo demasiado Parecido Al Nuestro y no el WoD

Urruela dijo...

Muy bueno. Simplemente muy jugable

Albert Tarrés dijo...

Im-presionante

El Erudito dijo...

Se acerca la tormenta