Juan terminaba su última contribución a este blog advirtiéndoos de que si queríais pólvora la íbais a tener y lo cierto es que ha cumplido con creces. Y el caso es que con la propuesta de Foreign Office sobre la mesa, las posibilidades de mejorar aquella promesa inicial que hicimos al respecto de dotar a Era de Acuario de un bonito conjunto de armas, se ha convertido en la actualidad en un interesante artículo con dos extensas tablas para la lucha cuerpo a cuerpo y el combate a distancia.
En cuanto acabéis de leer estas cuatro líneas preliminares y realicéis el pertinente salto de página, descubriréis una parte de la tabla de combate a distancia (faltan algunos «hierros» más, y por supuesto la de combate cuerpo a cuerpo al completo), así como una letras de nuestro compañero que forman parte del artículo que mencionábamos antes, y es que como comprenderéis, no íbamos a enseñároslo todo, ¡caray!
«¿Qué papel desempeñan las armas en todo esto? Pues una de las cosas que tenía claras al escribir EdA es que no quería hacer un juego de guerra, ni quería que el combate sustituyera al relato, al cuento, en el desarrollo de una partida. Las armas están ahí, son necesarias para que los personajes sobrevivan pero, sobre todo, son necesarias para contar una buena historia.
El trasfondo de EdA determina qué tecnología y, por tanto, qué armas se van a encontrar los personajes que se muevan por su tierras heladas, secas y devastadas. EdA transcurre en un momento indeterminado pero, posiblemente, un siglo después de la Noche del Dragón, década arriba o abajo. El cataclismo, o lo que fuera, acabó con nuestra civilización y nuestra tecnología, bien directamente o bien a consecuencia de los desastres ecológicos que siguieron. Pensemos en lo que ocurrió en Chernobil o en Fukushima. Ahora imaginemos que todos los reactores nucleares del mundo fallaran a consecuencia de un mismo acontecimiento catastrófico, casi a la vez. Añadamos el impacto de la misma catástrofe… ¿qué nos queda? Eso es Era de Acuario.
Tras tres o cuatro generaciones alejados de nuestras abundantes y comodísimas fuentes de energías, desprovistos de nuestras ciudades, hospitales y fábricas, el atraso tecnológico de la Humanidad la llevaría a niveles ya olvidados en la época del Imperio Romano. Porque ¿quién de nosotros, por ejemplo, sabe qué mineral contiene hierro, en qué proporción mezclarlo con carbón y qué temperatura darle para conseguir acero suficiente como para fundir un cuchillo de cocina? Ahora, pensemos, ¿qué haríamos en ese caso? Eso también es Era de Acuario.
Evidentemente, la Humanidad en esas circunstancias recurriría a rapiñar los despojos del pasado pero éstos serían abundantes sólo al principio. Después, poco a poco, dañados por la hecatombe de la Noche del Dragón y por la falta de conocimientos técnicos de los supervivientes, irían fallando poco a poco y, al final, la mayor parte de los cachivaches que hacen nuestra vida tan fácil y agradable se iría convirtiendo en un montón de chatarra oxidada.
Consideremos nuestros coches. ¿Cuánto tiempo tardarían en fallar y estropearse si no los lleváramos al taller una o dos veces al año, aunque sea para revisarlos? Imaginémonos que eso ocurre en un mundo en que no hay técnicos, ni recambios, ni herramientas, ni combustible. Si, supongamos, el 50% del parque móvil mundial quedase inutilizado en la Noche del Dragón, ¿cuánto tardaría el otro 50% en estropearse? En dos o tres años, posiblemente sólo el 10% seguiría rodando, y en diez años un resto infinitesimal. Ahora apliquemos estas premisas a las armas y a un plazo de un siglo...»
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