Un asesinato en plena calle. La debilidad de la víctima y la arrogancia de su verdugo. También la preocupación de este último porque nadie le haya visto cometer su fechoría...
Cuando me dispongo a dibujar una viñeta para nuestros Cliffhanger, lo primero que hago es empaparme del texto, tal y como recomendaba hace la intemerata, con la intención de visualizar el contenido y para intentar no pisar a mi compañero diseñador, muy al contrario, para buscar la manera en que mi trabajo pueda contribuir a la lectura y comprensión del suyo.
A partir de ahí realizo algunos esbozos sobre papel folio (no los enseño porque suponen un montón de garabatos de difícil comprensión para nadie que no sea yo, aunque confieso que pasado un tiempo, hasta a mí me resulta complicado descifrarlos), y una vez tengo las ideas claras y defino el camino gráfico a seguir, paso inmediatamente a concretar las que considero mejores o más adecuadas a mi propósito y al del libro, previo seleccionado y acopio de la documentación necesaria.
A partir de ahí realizo algunos esbozos sobre papel folio (no los enseño porque suponen un montón de garabatos de difícil comprensión para nadie que no sea yo, aunque confieso que pasado un tiempo, hasta a mí me resulta complicado descifrarlos), y una vez tengo las ideas claras y defino el camino gráfico a seguir, paso inmediatamente a concretar las que considero mejores o más adecuadas a mi propósito y al del libro, previo seleccionado y acopio de la documentación necesaria.
Os preguntaréis ¿por qué no me documento antes?
La verdad es que no sé cómo explicarlo, aunque en el fondo sospecho que todo pasa porque llevo demasiados años en esto y conozco perfectamente los riesgos que conlleva documentarse con cosas que luego no vas a utilizar, de manera que primero planteo las escenas que realmente voy a dibujar, y digamos que luego busco el material que me va a hacer falta, ahorrándome mucho tiempo y esfuerzo en el camino.
Bien, tengo lo básico, y como quiero hacer un trabajo a plumilla y a tinta sin preocuparme por lo que sufra el soporte, elijo un papel de 200 gr. de rugosidad suave, más adecuado para acuarela que para los menesteres a los que lo voy a someter, pero en todo caso que me lleva dando buenos resultados desde hace muchos años, y comienzo el trabajo de dibujo propiamente dicho.
Delimito el área total de la ilustración ajustándola a la caja con la que realizamos los libros, pero en un tamaño un 50% mayor, de forma que puede desenvolverme cómodo en la realización, sabiendo además, que con la reducción posterior, la ilustración ganará algunos quintales. Y empiezo con un lápiz 2H, de los de toda la vida, primero buscando la armonía de las dos figuras, trazando líneas y definiéndo sus volúmenes sin ejercer demasiada presión sobre el papel. Una vez obtengo el equilibrio necesario entre ellas, las repaso de nuevo para ir consiguiendo que destaque la intención, que el anciano parezca un anciano vulnerable y enclenque, en este caso, y que su asesino resulte grandote, pesado, imposible de parar.
Como el quid de la ilustración está en la llave con la que el sicario sujeta a su presa, me busco la vida con las proporciones, los apoyos y los movimientos de las dos figuras, para que quede claro quién mata y quién muere. Con la documentación sobre la mesa, convierto al viejo en un tipo al que tal vez convenía eliminar, y al otro en una bestia parda con la que mejor habría sido no toparse porque seguramente cobra por hacer lo que está haciendo. Lo defino todo en sintonía con lo que viene después y os enseñaré otro día, y me curro las ropas de uno y otro, sombreando aquí y allá para que cuando llegue el momento de la plumilla y el pincel no me vuelva demasiado loco.
Cuando todo está casi listo, me meto a definir concienzudamente los gestos...
Y os preguntarés también por qué coño he elegido el momento en que el animal saca el puñal del anciano y no cuando se lo está metiendo. Pues bien, porque primero lo dibujé en la segunda posición, tal y como lo tuve pensado a la hora de hacer el boceto, pero viendo el resultado todo me parecía demasiado evidente, incluso tontorrón, como si al gorila sólo le faltase sonreír por lo que estaba haciendo, de manera que tiré de goma de borrar y busqué el después, el instante en el cual ya no hay vuelta atrás pero en el que conviene estar ojo avizor para salir por patas si se hace necesario. Y es que estas cosas sólo te las permite el lápiz, porque con la plumilla en la mano, como te encuentres en un brete similar, lo más sencillo es comenzar de nuevo.
A mí me gusta el resultado a pesar de que le falta la pierna izquierda al asesino (tranquilos, en la siguiente entrada la veremos), porque plantea preguntas al lector: ¿qué demonios hacía el viejo ahí solo? ¿Tenía una cita inconfesable, tenía deudas, se había perdido, le habían engañado? ¿Por qué lo han matado? ¿Y quién es él, el otro? ¿Y quién sujeta su correa de perro de presa bien alimentado...?
Pues bien, para contestar a esas y otras preguntas ya está mi compañero, quien ha diseñado el juego, yo me limito a arrimar el hombro y a sentirme más o menos satisfecho con mi contribución.
3 Comments
Mola :)
Genial. Aunque me extraña que no hayas empleado palabras como "enorme", "fantástico" o "agotador". Estás perdiendo facultades de marketing XD
Buenas tardes.
Sergio ;) Gracias XDD
Avatar ;) Debe ser eso :P
Venga, un abrazo.
Jose
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