Hertz destaca que el barón era hombre de costumbres raras, pero pautadas y en cierto modo correctas. Así, durante el día, cuando sus múltiples ocupaciones como gestor de la institución se lo permitían, gustaba frecuentar las diferentes celdas donde se arracimaban los despojos miserables que la locura y la calle habían llevado hasta allí; y al caer la noche, se retiraba a profundizar sus estudios, racaneando horas al sueño en el interior de su inexpugnable laboratorio, donde a veces le atrapaban las primeras luces del alba mientras continuaba trabajando.
De sus largos paseos a pie por los jardines exteriores o por los extensos pasillos aledaños al claustro conventual, también queda constancia escrita, así como de los que realizaba por los bosques y praderas de los alrededores, montado a lomos de su caballo, poco antes de hacer su diaria visita a la capilla. Precisamente, enfatiza Hertz, sus esporádicas ausencias a la santa eucaristía, ponían en evidencia que había temporadas amplias en que se volvía casi invisible, y que venían preludiadas por una paulatina desatención de sus obligaciones con los pacientes y sus semejantes. Pasado un tiempo, y sin que nada se supiera de la razón de sus ausencias, volvía a su rutina diaria como si nada hubiese pasado.
Con todo, a pesar de mostrarse misántropo, escurridizo, reacio a todo contacto con sus contados ayudantes (jamás mantuvo relación académica con estudiantes, ni impartió clase alguna, como era común entre sus colegas), evasivo ante la coyuntura de mantener conversaciones de más de dos minutos con nadie que no fuera el capellán Sans Culotte, su vida destacaría, al menos durante aquella época, por un interés denodado y manifiesto por el bienestar de los pacientes que estaban a su cargo.
De SSHospital.
2 Comments
yo,,, perdonadme. pero no he podido evitar reirme al leer "Sans Culotte".
Deka, supongo que ya lo sabes pero por si acaso: http://es.wikipedia.org/wiki/Sans_culottes
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