Los datos resultaron demasiado claros, demasiado elocuentes y concisos, como si el encargado de reflejarlos hubiera querido trasladar un miedo frío que certificara la incuestionable veracidad que encerraban. Ante aquello, nadie en su sano juicio habría sido capaz de intentarlo de nuevo. 

Unos resultados tan nítidos, amparados en la ausencia de cabos sueltos, de resquicios, habrían llevado inevitablemente a un análisis concienzudo que habría podido delatar a su diseñador; sin embargo, los sucesos aparecieron rodeados de dudas razonables, de abundantes flecos (apenas peceptibes en la madeja de acontecimientos periféricos). La evidente existencia de contrastes, mínimamente detectables en lo imbricado del contexto, la rotundidad y claridad de toma de posiciones de los diferentes servicios, hicieron innecesaria una exploración pormenorizada y milimétrica del antes, sumiendo a los diferentes grupos de análisis en un esfuerzo estéril por enteder aquel ahora y su inmediato después, permitiendo a la larga, establecer un caldo de cultivo donde cimentar el mito, convirtiéndolo en lo que ha sido durante años: un hecho irrefutable.

Pero ¿quién contó los muertos, qué criterios se siguieron para saber quién de ellos era M y quién no? Las dudas afloran en cuanto se señala a los acontecimientos con el dedo. Conjeturas, apreciaciones más o menos consistentes, modelos, papilla, en definitiva. Todo se reduce a la historia como nos la han contado y en la que creemos. Evidencias tan graves como los abundantes cadáveres que aparecieron, lograron plasmar la iconografía básica, la sustancia primigenia del acerbo en el que nos sustentamos, y sellaron desde 1969, nuestra particular verdad

Ahora bien, un análisis que no tenga en cuenta esta premisa de credibilidad gratuita, desvela que entre la luz y la oscuridad absolutas existe una zona de sombra más terrorífica y extensa aún, que la que ha sido la columna vertebral de nuestro equilibrio durante décadas, una historia escrita a lápiz sobre cuartillas por los padres que decidieron sacrificar flancos y falanges en aras de encontrar un nuevo equilibrio de fuerzas que impidera que aquello a lo que temían tanto, encontrara un territorio abonado desde donde impedirles conciliar el sueño.

Luego... Luego nos la contaron a nosotros.

De Mutantes en la Sombra.

Viento caliente

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jueves, 23 de agosto de 2012

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1 Comment
Deka Black dijo...

Esto se menciona en la primera edicion de Mutantes, ¿verdad? No creo que la memoria me falle ahora, vamos.