—¿Ya has decidido quién te va a cubrir la espalda más cerca?

—Tengo dudas.

—Pues decídete. No es momento para dudas. Aunque de momento son rumores, parece que los Vitelli quieren quedarse con todo el puerto. Bastante mierda hay ya con los rusos.

—Ése es precisamente el problema. El irlandés comería cristales para defenderme pero también es nuestro hombre más… resolutivo.

—¡Puzza, Scalfaro! Sigo sin fiarme de ese tipo. ¿Capisce? Vale que salvara a tu sobrina de aquel ataque de los japos y se lo agradeciste metiéndolo en nuestra familia. Vale que haya demostrado ser un tirador como nadie y que siempre haya cumplido las órdenes sin fallo. Pero no me cuadra su historia del huérfano crecido en las calles.

—Supongo que tienes tu punto. Lo pensaré.

—Gracias.

—Por cierto, D’Angelo, vuelve a hablarme en ese tono y el irlandés tendrá otras órdenes. Ahora vete.

—Sí, capo.

Alessandro Vicenzo Scalfaro vio cómo su lugarteniente se alejaba. Sabía que ese hombre buscaría retirarlo definitivamente pero le resultaba útil. De momento. Si Ryan Connor se mostraba tan inteligente como parecía, tal vez podría sustituirlo en un futuro. Habría que entrenarlo, tanto a él como al resto para que lo aceptaran. Y esto último sí que era un serio problema. Por supuesto nunca podría sustituirle, ni a él ni a ningún otro cabeza de familia. ¿Un irlandés dirigiendo italianos? ¡Santa Madonna!

Tras finalizar el funeral y dar el pésame a la viuda del difunto, se encaminó hacia su limusina, sumido en calcular pros y contras. Entró en la misma, asintió levemente para sí, sacó su móvil del interior de su chaqueta y marcó un número.

La melodía del teléfono de destino sobresaltó a un joven de cerca de treinta años mientras guardaba dos juegos de documentación: uno, a nombre de Ryan Connor, en su cartera; el otro bajo un listón suelto del suelo, donde había un viejo diario y un plano doblado, en una esquina se leía: edificio McCann. De vez en cuando Fiann sacaba ambos y los revisaba intentando encontrar la solución a la clave de su padre que después de tantos años aún le esquivaba. Estaba seguro de que no podía ser difícil, de que lo tenía a la vista pero se le deslizaba como arena entre los dedos.

Extracto de Una Sombra Roja, relato ganador del Concurso
Cazatalentos, Edición 2012. Obra de Jokin Martínez.

Cementerio de Blacksville, 2 años antes

Publicado el

miércoles, 22 de agosto de 2012

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1 Comment
Deka Black dijo...

Me gusta. Tiene un aire pulp bastante agradable. Me parece que el "irlandés" va a pasar unos dias muy interesantes.